Ahora, en la adultez hay personas que vivieron esos “castigos o disciplina severa” y aseguran no volverlos a repetir; pero también existen personas que francamente creen que sus logros académicos, familiares, profesionales y sociales son el resultado de esa “puesta en límites” de conductas no adecuadas por parte de cuidadores.
Cuando los padres castigan con golpes
Durante nuestro ciclo de vida atravesamos por una serie de situaciones y vivencias; muchos añoran esa infancia hermosa, de juegos, de aprendizajes; otros, extrañan más esa adolescencia de descubrimientos de sí mismo con ideales de libertad; algunos recuerdan en cualquier de las etapas mencionadas algo relevante, castigos a los que eran sometidos; y no, no precisamente a la privación del play station en sus horas libres, ni de las horas de juego con los amiguitos o primos. Sino ese castigo que era contenido, acumulado por días, ese acompañado de gritos y furia por parte de mamá o papá, ese que generaba miedo, incertidumbre, tristeza, dolor, llanto e ira; esos los castigos severos, físicos, golpes, palmadas, correazos, agresiones psicológica (verbales y no verbales de desaprobación) y demás.
Que tipos de límites ponemos?
Para las personas que aseguran no volver a repetir esas vivencias negativas en sus hijos, les pregunto:
¿Cómo lo haríamos?, ¿Conocemos de nuevas formas para educar?, ¿Qué tipos de límites serían los adecuados?, ¿Cómo saber qué es lo mejor para nuestros niños?, ¿Cómo disminuyo la tensión cuando no vemos resultados esperados?, ¿Qué estrategias son las más adecuadas en mi niño?, ¿Cómo saber si lo que estoy haciendo resultará en conductas adecuadas y bienestar en hijo?, ¿Qué haría si recibe constantes llamados de atención de la unidad académica de su hijo por mal comportamiento?
Pregunto porque hay algo que es importante reconocer, “la intensión no es lo que cuenta” dice un conocido refrán, NO PODEMOS DAR LO QUE NO HEMOS ADQUIRIDO, esta frase es tan relevante como lógica y pertinente, pero poco profundizada, poco analizada. ¿Qué hemos hecho con todos esos sentimientos y emociones, con esa experiencia? Muchas veces, casi siempre, tenemos que desaprender lo aprendido para volver a aprender.
Para los que fehacientemente creen que fue lo adecuado recibir “castigos”, “tates quieto”, “límites”, “gritos e insultos para su bien”, “me pegaron, no me pasó nada, soy una persona de bien”, les pregunto, ¿Cómo están con su autovaloración (autoestima, autoconcepto, autoimagen, autodeterminación?, respóndanse para sí mismo, haciendo un “examen de conciencia”. Considerando que las investigaciones y práctica clínica dicen lo contrario, hagamos un repaso por la historia y los resultados.

Violencia y maltrato infantil
Unicef, basados en el Instituto Nacional de estadísticas y Censos INEN y el Observatorio Social del Ecuador, allá por el año 2010, refieren de un considerable porcentaje de padres y cuidadores que ejercen violencia y maltrato infantil como respuestas de normas y patrones socioculturales, que incluyen castigo corporal, castigos físicos severos, agresiones verbales, entre otros; como una forma de disciplina.
Para ese entonces, las cifras oficiales ascendían a un 44% de niños, niñas y adolescentes de la población ecuatoriana que habrían sido sometidos a castigos violentos.


Porcentaje que se incrementó en relación a años anteriores, y esto hace ocho años atrás.
Este tipo de castigos físicos no permite aprender estrategias positivas o saludables, por el contrario ya revisamos algunos de los efectos más relevantes, suprime de manera temporal la conducta no deseada, evitando el niño relacionarse con quien le habría castigado.
Razones por las que no hay que recurrir al castigo físico
- Disminuye o coarta la autonomía e individualidad del niño, niña o adolescente, permitiendo patrones de sumisión.
- Limita su comportamiento, iniciativa, creatividad y la capacidad para resolver problemas.
- Su capacidad para razonar y sus procesos de aprendizajes se ven afectados, disminuyendo sus habilidades, su emotividad, inteligencia y diálogo como herramienta para solucionar conflictos.
- Como aprendizaje, adquieren conductas o actitudes agresivas y violentas para resolver conflictos, pues las vivencias lo estimulan a no razonar, generalmente se dificulta el aprendizaje de una comunicación asertiva.
- Genera problemas en su autoestima, afectando considerablemente su autoconfianza, promoviendo conceptos negativos sobre sí mismos.
- Emocionalmente suele afectarse el desarrollo emocional de los niños y niñas, permitiendo sensaciones como la tristeza, llanto, ansiedad, abandono, miedo, angustia.
- Aprenden a ser víctimas, podrían asumir un papel pasivo en las relaciones sociales volviéndose vulnerables.
- Puede percibir amenazas en varios contextos, una postura negativa en esferas sociales, entre otros.